Nos da nueva luz para comprender el lugar de María en la Iglesia y en el Plan de Salvación, posibilitando una madura devoción Mariana.
Ahonda nuestros conocimientos teológico–bíblicos, a través del Cantar de los Cantares y de los escritos de San Juan.
Despierta en nosotros la oración contemplativa y los siete dones, base de la vida mística. Nos permite seguir creciendo en los carismas, especialmente en discernimiento, profecía, consejo e interpretación de lenguas.
Vigoriza el espíritu de familia, concretando nuestra vocación de comunidad y consagración, como también nuestras responsabilidades ante la sociedad.