Convivencias con Cristo
Marca una etapa de cambio, de nacimiento nuevo y de planteo sobre el estado de vida.
Es una evangelización práctica, porque hace vivir la doctrina cristiana a la luz de la Historia de la Salvación.
Resuelve con nueva luz algunos puntos inquietantes para el hombre de hoy: la búsqueda de la felicidad, el problema del mal, la responsabilidad del hombre frente a Dios, a sí mismo y a sus hermanos, el compromiso ante los problemas sociales, la Iglesia en el mundo, etc.
Promueve la vida en el Espíritu: se inicia una sanación interior, se ora por el bautismo en el Espíritu Santo y se comienzan a ejercitar distintos carismas.
Convivencias con Pablo
A partir del crecimiento obtenido en la Convivencia con Cristo, ahonda nuestra visión bíblica a través de la vida y las cartas de Pablo, Apóstol del Señor.
Nos propone la teología paulina en puntos tales como: el Señorío de Cristo, la gracia, la moral centrada en el amor y la fidelidad a la Iglesia.
Ante el impacto de experimentarnos “otros Pablos”, despierta en nosotros el compromiso apostólico y nos infunde fortaleza para soportar las pruebas.
Haciéndonos vivir con las primeras comunidades, despierta la vocación de pertenecer a una.
Convivencias con Pedro
Partiendo del Evangelio de Marcos, las cartas de Pedro y los Deuterocanónicos, nos infunde amor a la Jerarquía, al Derecho Canónico, la Liturgia y las tradiciones católicas.
Nos hace vivir la Historia de la Iglesia y descubrir cómo ella se fue salvando de las herejías gracias al Papado.
Nos da a conocer el programa de principiantes, caminantes y crecidos, para concretar nuestra edificación espiritual.
Nos motiva a realizarnos en el Cuerpo Místico, lanzándonos como Pedro para transformar el mundo, en la fe y la justicia.
Convivencias con María
Nos da nueva luz para comprender el lugar de María en la Iglesia y en el Plan de Salvación, posibilitando una madura devoción Mariana.
Ahonda nuestros conocimientos teológico–bíblicos, a través del Cantar de los Cantares y de los escritos de San Juan.
Despierta en nosotros la oración contemplativa y los siete dones, base de la vida mística. Nos permite seguir creciendo en los carismas, especialmente en discernimiento, profecía, consejo e interpretación de lenguas.
Vigoriza el espíritu de familia, concretando nuestra vocación de comunidad y consagración, como también nuestras responsabilidades ante la sociedad.
Convivencias con el Espíritu Santo
Descubre nuevas facetas del Espíritu Santo, partiendo de su acción en el universo, en la Iglesia y en cada hombre.
Hace apreciar a los ángeles y a los santos como nuestros hermanos mayores, e interpretar con luz profética la Historia de la Salvación y los signos del tiempo actual.
Nos acerca a los profetas bíblicos y a los grandes inspirados de la Iglesia.
Estimula los carismas: discernimiento, profecía, interpretación, consejo espiritual, testimonio, enseñanza, bendición, servicio.
Convivencias con la Trinidad
Hace vivir el proceso con que Dios nos fue revelando su vida íntima, en la historia de Israel, en tiempo de Jesús, y en la evolución el proceso de la teología.
Nos levanta a contemplar a Dios en sí mismo, comparándolo con nuestra vida espiritual, consorte de la naturaleza divina. Aunque las tres personas actúan juntas, vamos descubriendo nuestra particular relación con cada una.
Deja vislumbrar las cumbres de la mística, y despierta el deseo de seguir avanzando hasta los más altos grados de la unión con Dios.
Pre-gustamos el cielo, en el que podremos conocer a Dios como somos conocidos y admirar eternamente su perfección. Hace apreciar a los ángeles
cELULARES
Convivencias con Dios Amor
Lleva a un encuentro íntimo con Dios, que nos hace seguir avanzando en el amor a Él y a nuestro prójimo.
Nos ofrece las experiencias que los místicos tuvieron, para contemplar que Dios es amor pero -sobre todo- para corresponderle con amor esponsal.
Presenta cuatro polos del amor, estimulándonos a vivirlos y a caracterizar con ellos nuestra propia vocación.
Nos anticipa el cielo, preparándonos para que las tribulaciones no nos separen del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Nuestro Señor.